jueves, 23 de abril de 2009

Iba caminando por Florida y de repente escucho un llanto dolorosísimo, que pedía ayuda a gritos. Era de un chico de unos veinte años que estaba sentado en el zócalo de una farmacia. Estaba enroscado, como si tuviera dolor de estómago, se agarraba la panza, los brazos, las piernas. Seguí caminando porque no reaccioné, no supe qué hacer en ese momento. Unos pasos más adelante pensé que lo más probable es que llorara de hambre, así que fui a un kiosco y le compré dos paquetes de galletitas.

Cuando volví para dárselas seguía llorando igual que hacía un rato. Le ofrecí las galletitas, no me las agarró, se las dejé a los pies. Lloraba, casi no abría los ojos, no me hablaba. Le pregunté si necesitaba ayuda, si podía hacer algo por él. Me dijo que necesitaba ayuda.

-Para qué?
-Para comprar remedios

Todavía me sigo preguntando si hice bien o hice mal, pero no quise darle plata. Sentí que la iba a usar para algo que no le haría bien. Le pregunté para qué necesitaba remedios, no me contestó, lloraba, gritaba. Cuando no se me ocurrió qué más hacer, le dije que le dejaba las galletitas. Las pateó enfurecido.

Quedé paralizada. No supe qué hacer. Se me mezclaron una impotencia que casi nunca sentí de manera tan concreta y real, algo de bronca por su reacción, y asumo que un sentimiento ridículo de vergüenza por los transeúntes que vieran la escena. No le dije nada. Sólo atiné a caminar para donde tenía que ir.

Mientras iba acelerada hacia el subte vi por lo menos tres mujeres con hijos pidiendo, en el medio de mi bronca-impotencia me entristeció pensar que ellos sí habrían aceptado mi ayuda. En el momento no pude pensar mucho más.

Cuando me subí al subte me di cuenta de que la imagen del chico desgarrándose de dolor y miles de personas caminándole casi por encima sin ni siquiera mirarlo no se me va a ir de la cabeza en la puta vida.

1 comentario:

Anónimo dijo...

A mi tampoco se me va a borrar de la cabeza.
Es muy feo ver como todos vamos por la vida sin siquiera reparar en lo que nos rodea. Me genera tristeza e impotencia no poder hacer nada concreto para ayudar a tanta gente que anda como paria por la ciudad. Y lo intente mas de una vez, pero cuando llamas a algún ente de “ayuda” para decir que hay nenes viviendo el la calle o que alguien necesita que lo asistan te dicen que no pueden hacer nada.
Lo único que queda es aportar un pequeño granito de arena con comida o abrigo, son solo paliativos pero parece no haber otra alternativa.
Saludos